5.6.20

I wish there was a way to know you're in the good old days before you've actually left them.

Creo que a lo largo de nuestra vida tenemos la fortuna de experimentar el "estar dentro" de un buen momento o un buen día, muy pocas veces. Distinto (y frecuente) es rememorar un buen recuerdo después de que pasó y decididamente nos encontramos peor. No necesariamente mal, pero nunca como en ese pasado exacto de felicidad genuina. Es como un no-sé-qué, porque el término "nostalgia" no me alcanza. Me gusta pensar que cuando nos ponemos a maquinear el pasado que tan apremiado nos parece, veo en tercera persona cómo me acerco a una cajonera para expedientes. Abro y jugueteo con los plastiquitos como rótulos, tip tip tip, mientras me baña una luz policial, un silencio ensordecedor. Los recuerdos se encuentran hermosamente ordenados, sólo moviéndose cuando toqueteamos hasta hallar el elegido de ese precioso momento mental. Y cada sobre que abrimos tiene un aroma particular, que ayuda a transportarnos con más naturalidad. Que los aromas nos mueven no es descubrir ninguna verdad y podríamos nombrar miles de ejemplos. Cada persona es una etiqueta en fibrón indeleble sobre los plastiquitos.
Tengo dos que particularmente me gusta repetir en la casetera. Topolino de color azul y verde oscuro, un reloj-pulsera hecho de masa barata y robada del jardín, sugus confitados y jugo de naranja en botellita de plástico antes de entrar al Cole. Les trois mousquetaires, una búsqueda del tesoro, saltos, baldosas oblicuas por culpa de ramas expuestas y con derecho, escaleras marrones, FELICIDAD.
Joie pure.