6.10.15

largo plazo

Todavía estoy peleando, me doy cuenta, y lo escondo. No sé si lo escondo a propósito, solamente sé que una parte de mí siempre va a mirar hacia atrás, tratando de convencerme de que todo era mejor. Desde el hoy, todo era mejor, obvio. Pero también entiendo que todo era infantil, en cierto modo, y tonto, y hermoso, por supuesto, el lapso más dulce. Supongo que la inocencia es lo que el ser más extraña; el no saber todavía, para sorprenderse y, también, para volver a estar en una sola pieza. Pero nadie vuelve. No hay que volver. Y cada día te siento más y más lejos, y hoy, gracias al Cielo, esto se siente bien. No del todo, tengo que admitirlo, conozco muy bien a mis demonios, y ellos todavía gustan de vos. No me ilusiono, no, porque hay que seguir peleando. Pero, estoy mejor; y espero, de corazón, que vos también. Porque sí, porque el largo plazo es positivo. Y al final, bien al final, todo va a cerrar. A largo plazo, todo, absolutamente todo se vuelve insignificante e invaluable al mismo tiempo. Sé que siempre voy a querer escuchar tu canción, al igual que un canto de sirena le hace agua la boca al pirata. Voy a querer saber si se te pone la piel de gallina si me ves pasar caminando por ahí, si justo en ése momento andabas distraído, cargando tus mil y un libros, y se te cayeron todos, y se te cayó el mundo. Y (aunque todavía no estoy muy segura, porque no tuvimos la oportunidad) sé que te voy a sonreír... y nada más.
Hoy estoy bien, muy. Tengo demonios nuevos, sabes, y ellos y ellas no están enamorados de vos. Estoy encariñándome con alguien más, y quiero ser positiva sobre esto nuevo que me está pasando. Uno muchas veces se olvida de que el amor justamente tiene sus pro. Los moretones que tiene el corazón nos incitan a alejarnos del oro que brilla, del oasis en el desierto. A veces, el amor no es espejismo. Qué frase más gastada esa de que el corazón no usa la razón, ¿no? Y ése dibujito que siempre postean donde el cerebro ata al corazón, diciéndole ¡Otra vez no! Yo no estoy de acuerdo: el corazón tiene mucha razón y, más aún: el corazón tiene mucho miedo. Es el órgano cobarde, porque en las malas es el órgano más débil, el más expuesto. El corazón tiene razón al temer, porque el ser humano se tira del acantilado sin pensarlo demasiado, sin tener en cuenta que ésa máquina que bombea en su pecho le tiene miedo a las alturas. Ay, y cómo me rompiste el corazón vos a mí. En realidad los dos fuimos, porque sé que no fue una fácil decisión para vos. Y no sé si algún día pueda perdonarte, pero al menos hoy, te comprendo.
Esto no es amor. No hoy, no en el corto plazo. Él es muy buena persona, sí. Y todo es de colores, como es al principio. No sé qué va a pasar con esto, pero se siente tan bien volver a estar en descontrol. Una parte de mí tiene miedo, siempre voy a tener la tendencia a sobre-pensarlo todo, como si lo que siento en el estómago se pudiera calcular y moderar. Pero, tengo fe. Después de todo, somos balanzas, somos luz y oscuridad, y nada es más cierto que esa filosofía sobre qué lobo alimentás dentro tuyo. Hoy es más fácil. Es más fácil olvidarse de vos, al menos poco a poco, como dejando de consumir drogas. Busqué en tantos callejones el olvido, ¿sabes? La pérdida de memoria, haciéndome la que creaba nuevos recuerdos con gente completamente diferente; el reemplazo de tus sabores y tus olores, de tus palabras... Hice cosas malas, lloré, me lastimé, me odié, te odié. Como a pocas personas. Tanto como te amaba. Como si me debieras el mundo, como si me debieras la vida. Éramos una linda foto, pero esas personas ya no existen.
No quiero hacer esto sobre vos, porque finalmente estoy sintiéndome bien con tu ausencia, pero no puedo evitarlo porque desde un principio esto se sintió como si yo estuviera escribiéndote una carta, una larga carta para un amigo que se fue de viaje, para no volver. Vos necesitabas ese viaje, querido amigo. Ambos necesitábamos ser quienes somos el día de hoy, porque las cosas terminan, es así. Soy otra persona, somos otros, a tal punto que no nos reconoceríamos al preciso instante en que nos miráramos en una vereda altamente transitada. Aunque, te apuesto lo que quieras a que el perfume ése de tu piel sigue siendo precisamente el mismo desde el día uno. Y tus lunares están fijos donde los memoricé. Y tu sonrisa se sigue torciendo pícaramente hacia el mismo lado. Con esas cosas me quedo, en el baúl de mi alma.
Tus cosas siguen por ahí, son mis secuelas de la guerra, así como a veces me acuerdo del color de las cortinas de tu habitación, de los stickers en el marco de tu cama, el sabor del verano pasando los cuarenta grados, y los mil grados de nuestros cuerpos. Pero nada más.
Porque es tarde, y es bueno saberlo. Terminé de leer tu libro, y vos el mío, y nos quemamos, porque a ninguno de los dos le va a servir volver a repasar estas hojas afiladas, que muchas veces nos rasparon las yemas de los dedos. Fuiste tanto, que ni siquiera puedo leernos con guantes. Siempre nos vamos a lastimar, y ahí tenemos que ceder. Te pido disculpas por haberlo entendido un año más tarde; vos siempre adelantándote, siempre cuidándome de vos, de mí cuando estaba lastimándome con vos. Ay, pero no me niegues que era hermoso morirse así con vos. Lo tuvimos todo, tuvimos demasiado, y los dos lo sabemos. Después de tanto tiempo desde que te fuiste, aún lo sostengo: lo nuestro no lo tenía nadie. Qué placer haberse quemado con vos.
Nosotros nos llevábamos bien porque los dos estábamos distantes, ambos realmente lejos que daba asco, como diría nuestro viejo amigo. Siempre estaba esa barrera entre nosotros, pero lo mágico era que todo el tiempo conectabas con mi ser y nuestra barrera se levantaba cada vez que conversábamos, que compartíamos. Nos sorprendíamos día a día, jamás conociéndonos del todo. Es el día de hoy que no te conozco, así como vos tampoco me conoces a mí. Curiosidad pendiente. Mi mejor amigo; no hay definición más certera. Escuchame bien, por favor: siempre vas a ser mi noche favorita, mis mariposas en la panza a los dieciséis años, mis miedos, mi terapia. El mar.
Y algo más. Siempre. No me arrepiento de nada (y te agradezco por todo).
Esto no es una despedida, porque no sé si puedo soltar ya. Cada vez que pienso en ello, mi decisión se siente como si fuera una bandita elástica que estaré estirando (y confiando) hasta que se rompa y me duela muchísimo. Aunque, muchas noches casi me convenzo porque no sé si hay alguien sosteniendo esto desde tu lado. No sé si seguís peleando con vos mismo como yo a veces sigo. No sé si quiero ya.
Porque llegó alguien.
Sí, finalmente.
En el largo plazo, todo es más nítido. Quizás estoy lista para escaparme de tu mundo fuera de foco. Y aunque el mar siempre me va a cantar tu nombre, amenazándome en romperme cual ola furiosa, yo te voy a sonreír. Hoy soy feliz sin vos.