27.7.16

Bipolaridad. El cáncer del Ser

Hay algo en mí, soldado a mí, encaprichado inseparablemente a mi ser, robándome el aire, corrompiéndome la sangre. Es que está en mí. Y me siento parasiempremente aterrada, de eso que aún dormita en mí. La hembra que me bajó a este mundo, lo dejó hace bastante tiempo, pero todavía duele, su ausencia aún sofoca. Porque ella se fue mucho antes de lo que su carne duró en pie. Y hablar de ella, analizar esa película una vez más, es tragar piedras, clavos en mis pulmones. Porque recapitularla es llamar a los demonios que se la llevaron antes de tiempo. Y es ineludible notar que ellos tienen sus ojos puestos en mí hoy. No sería hija suya si no tuviera miedo. Porque somos la misma carne, somos la misma sal, las mismas uñas, lunares, sonrisa... Y algo lóbrego se está obsesionando conmigo. Y existe/n acá adentro, en mí. ¿Cómo se combate el miedo? Si esto se despabila, me va a comer viva, y esta persona que escribe acá en este preci(o)so momento, no va a ser más. ¿Cómo no tener miedo a la no existencia, esa que es diferente al hecho de morir? Le temo a la invasión de mi ser, por parte de esta porción mía que está enferma e insanable, que heredé. Porque muchas veces la siento crecer, amenazándome con soltarse; e inquietarse por una enfermedad también es estar enfermo. Ningún libro de ciencias puede describir en su totalidad un padecimiento, así como ninguna novela puede explicitar cómo es el amor, así como yo misma no puedo explayar letra a letra lo terrible que fue la dolencia de mi mamá, quien fue bipolar los últimos cuatro años de su breve vida. Una enfermedad mental fue más fuerte que una mujer de hierro, que tenía el corazón de plata bañado en oro, quien guardó flores de amor en el vientre que fue mi casa. La mente impera, hierve más que cualquier otro órgano, no es alfil; es reina.
La enfermedad mental muchas veces se sucede al hijo, al que sigue, pero también lo hace la ternura, la esperanza, la fortaleza. Y ya familiarizada esa insoportable lucha, me siento fiera guerrera, conocedora del terreno. Heredamos tanto el don como el fallo dicen, yo sólo espero que no me acaben a mí también. Tal vez todos seamos "un poco" bipolares, he allí la intensidad con la que actuamos, el fuego con el que amamos (lo escribo con miedo a ridicularizar tormento tan horrible). Vine acá porque parte de mí está espantada, aunque no desesperanzada, y curiosamente bastante mejor desde que escribí "Hay algo en mí"...
Que Dios me ataje. Que el amor que me forma me escude. Que las flores sigan creciendo, que las malas pasadas no han hecho infértiles mis tierras.
Que este cáncer no me gane.