9.7.18

Las cosas ya no duelen sólo en fechas específicas, como solía ser. Hay tanto de vos en mí. Los golpecitos de tu mano en mi espalda eran más efectivos que el vapor que recetaba el médico para el broncoespasmo. Y ahora no hay manos. Y ahora no hay vapor, sólo humo, cigarros y alcohol que nunca conocerán y siempre envidiarán tu eficacia. Porque los demonios siempre aprovechan para sacarme a bailar, y yo les sigo el juego porque sé que les daría mi aliento, carne y hueso con tal de robarles a cambio un minuto con vos. Con esas pecas, con el tatuaje en tu espalda, con tus sueños de princesa, con tus manos, tus manos, tus manos. Pero cuando ellos me preguntan si es trato hecho y extienden sus garras, son tus manos las que me salvan de las lujurias de las tinieblas, y me sacan del transe. Hoy no estás para ayudarme a respirar, el farmacéutico me mira extraño cuando te busco en las góndolas, es que él no sabe que sos lo único que me calma el broncoespasmo en invierno. Hoy y mañana y el día después y así, siento que lo único constante que hay en mi vida es tu ausencia. Y la única forma de modificar esa ecuación implica hacer un pacto, con demonios que esperan por mí, que afilan sus uñas en mis ventanas y se aferran a los picaportes de mis puertas. No necesito pensar tres veces mi decisión, y vos lo sabés bien. Pero sé que mientras merodees por estas selvas de almas corruptas, no vas a dejar que negocie con quiénes te guardan. Sé que el vapor nunca va a ser suficiente y este pequeño párrafo jamás será prolijo como es usual, pero de vez en cuando en el viento escondida me vas a dar un golpecito tibio en la espalda.