17.2.20

Creo que estar enojado con alguien que ya no existe terrenalmente es una forma de encontrar paz. Si te detesto por morir, ninguna palabra suya puede refutarme y lastimarme. No podés discutir mis sentimientos, ni los recuerdos bloqueados, ni las memorias adaptadas a lo que duele menos. Creo que el enojo es versátil, puede encontrar épocas de mayor o menor amplitud. Hoy me encuentra en que no puedo idealizarte. Quizás escribirte sea una forma de ello, pero tampoco podés leerlo y aquí hay calma. Cuando te fuiste, eran muchas mis necesidades respecto al cómo, pero hoy puedo verlo desde otra perspectiva, como un capítulo indeseable de un libro que ya no quiero volver a leer. No niego que haya días en que este pequeño párrafo se tergiverse, aún hay cosas complejas de nombrar. Es indefendible extrañar a un ser que hizo tanto mal, pero supongo que es más normal de lo que me gustaría admitir. Hay cuestiones que siempre van a tener sabor a poco y que no puedo describir más allá de mis rústicos dotes, como quisiera, pero la vida me encuentra orgullosamente en paz. Tampoco puedo ponerle un nombre, no es odio porque jamás podría hacerlo, pero si fuera complicadamente amor, sería por los hechos y recuerdos nítidos y fiables. En la turbulencia de los últimos años compartidos, no puedo más que sentir un rencor.
Pero es un sentimiento diferente al que podía personificar hace unos años. Es como enojarse con el clima, como maldecir a un viento que se llevó las páginas de un manuscrito, como la lluvia cuando recién salís del trabajo y no queda otra opción más que transporte público. Hablar de lo que pasó es como contar cuando tuviste un mal día. No niego que es cada vez más fácil explicarlo con simpleza para el que pregunta altruistamente. Sólo que últimamente no me interesa, porque encuentro paz en omitir lo bueno y lo malo que nos pasó, pero no de la manera en que quizás suprimía hasta que empecé terapia, por ejemplo, sino que es más cercano a cómo se siente la libertad. Ser libre de las cosas malas que nos hicimos. Quizás no sea sano, sanidad no es lo que busco a esta altura de las vidas. Sólo dejar sentir, cuando lo único que me desesperaba era no sentir nada de nada. Tu dolor también vale, aunque la persona que te lo infrinja no exista más.
Hay validez en lo que siento. Y recién hoy me di cuenta de ello.