El fin de semana es más duro e, increíblemente, querés que se pase volando y empezar la semana para despejarte un poco con tanto trabajo que, normalmente, te molestaría y sería al vesre. Domingo eterno, pegajoso como dulce de leche. No sé cómo estoy hoy, ya me duele físicamente, pero bueno. Siempre fui una persona a la cual no le pesó el hecho de estar sola, a mí me gusta estar en compañía de mí misma y escuchar música y esa tranquilidad que no se compra con nada. Pero, a veces, llega un momento en que necesitas de alguien, necesitas escuchar otra voz que no sea la que te odia más (vos misma, tu conciencia), necesitas reírte y toda esa cosa de "la felicidad es real sólo cuando es compartida", y a veces, mi gato es gato y no entiende lo que le digo, así que no alcanza. Estar solo es necesario, es un tiempo hermoso, pero estar - BIEN - acompañado también lo es, son dos cosas diferentes y le dan un equilibrio a tu tiempo en la Tierra. Siempre odié a la gente que FINGE ser feliz cuando están acompañados, que sí o sí necesitan tener a alguien en sus vidas porque si están solos, no sé, se deprimen y se arrancan los pelos. Esas personas que no pueden ni pensar sin que uno le diga: claro, sí, tenés razón. Como los que terminan una relación y ya se adentran en una nueva, sin haber hecho duelo, porque seguramente la anterior fue una insignificante y muy corta relación, como las van a ser las cinco próximas. ¿No podés estar solo? No sabés lo lindo que es. Estar en paz, en mente y espíritu, hacer algo como prueba de amor a tu cuerpo y bondad a tu alma, es algo hermoso. Es hermoso estar solo y estar acompañado, y si podés hacer las dos, mejor, vas a ser feliz. Qué se yo, escribo sobre esto porque había salido el tema de conversación con mi abuela, ayer.
Ayer fue el trigésimo (30) día de Agosto. Si nos remontamos tres años atrás, fue un día hermoso. Quién hubiera dicho que íbamos a ser tan infelices tres años después. Vos infeliz conmigo, yo infeliz sin vos. Asimetrías. Y la plaza, el Sol, hacía frío, teníamos celulares que ya no existen, teníamos direcciones de Facebook que tampoco existen hoy. Nunca había sido tan feliz. Me gustabas tanto. Y yo te pregunté qué ibas a hacer porque hace más de un mes que nos veíamos viendo y haciendo cosas de chicos enamorados, los dos, y todavía no teníamos nombre. No que hubiera necesidad de etiquetarnos en algo formal, pero yo tenía tantas ganas de tener la seguridad de que esto no era un sueño, de que esto iba a crecer, para siempre. Ahí empezó algo que pasó por todo, por TODO en mayúsculas. Cosas malas: peleas, celos, gritos, llantos, chusmear en Facebook y después reprochar, "me tenés cansada/o" y elecciones entre esos amigos que tenías vos y yo, y los problemas de una amistad que yo me tomé muy en serio. Cosas buenas: llamadas hasta las 5 AM, cosquillas en la panza, primeros besos que nunca alcanzan, "tomá mi campera que hace frío", "vamos a la plaza", abrazos, "te acompaño hasta tu casa", boletos de trenes, colectivos, lugares hermosos, primeras veces de muchas cosas, cenas familiares, tiempos compartidos con Paloma, fotos... Al fin y al cabo, lo bueno siempre triunfará sobre lo malo.
Ayer hubiéramos cumplido tres años, especiales tres años. Tres años más todo el primer tiempo que nos llevó conocernos y encontrarnos. Tres. Por eso no pude escribir ayer, pensé en hacerlo, porque una parte de mí siempre cree que vos estás del otro lado leyendo esto, pero no lo hice, no podía. Y ahora me cuesta también. Yo no sé vos, pero yo siento que me va a costar toda la vida. Ya sé que suena RE trágico y que terminar una relación no es la muerte de nadie, pero yo quiero que todo el mundo me deje en paz y me deje de decir eso porque no me van a convencer. A mí me duele, punto final. Quiero ser trágica, quiero llorar, no me jodan más con eso de "sabés cuántos chicos hay ahí afuera, Pamela???!?!??" porque no, no quiero saber, no me interesa, yo lo quiero a él y él ya no me quiere a mí. Déjenme en paz, por favor.
Me siento muy mal, quizás tendría que haber apostado más a que la rutina no nos matara, no sé. Capaz, al final, es verdad eso de No sos vos, soy yo. Tal vez soy yo, te cansé y es necesario que la gente cambie para obtener lo que realmente quiere, ¿no? Quizás tendría que haber coordinado mis asignaturas con las tuyas, haber estado dispuesta a viajar más hasta tu casa los días que me sentía mal o estaba cansada, debería haber ido al gimnasio, dejado de insistirte en ir al cine porque, a esta altura, ya ni sé si disfrutas del cine como lo hago yo. Debería, debería, debería. Debería haber hecho tantas cosas en mi vida, al final todo se trata de mí y mis decisiones. ¿Vos también sos uno de los que piensan que si yo me hubiera quedado en mi casa, después de todo, todavía tendría mamá? Al final, ya no somos dos, ahora sos parte del TODO versus yo. Y, ¿qué será de tu vida? Todos los días me lo pregunto. ¿Qué estarás haciendo en este mismo momento? Sirviéndote un café a las once de la mañana, cuando salís de una de tus clases y tenés ése ratito antes del segundo turno, o capaz estás en tu computadora, en tu cuarto, hablando con tus amigos, riéndote hasta que moves un poquito la cabeza, sin querer, y ves la cajita ésa que está arriba en tu escritorio, donde guardabas mis cartas, mis dibujos, mis fotos... Y te acordas de mí. De mi pelo, de mis ojos, de mi piel, de mis lunares, de mi cuerpo en invierno, de mi cuerpo en verano, de mis uñas, de mis dedos, de mi nariz, de mis dientes, de mi lengua, de mi cintura, de mis pies que se ponen fríos rápido si no tengo medias, de mis muñecas, de mis anillos, de mis orejas, de mis mejillas, de mi ombligo y de cuánto le gusta la brisa de verano a mi panza, de mis pestañas. De mi boca...
¿Pensás en mí? Yo no puedo parar. Tengo tanta buena memoria para las cosas que le hacen mal a mi corazón. Me acuerdo de todo, absolutamente todo. La forma en que crece tu pelo, sea como sea que lo cortes, la forma en que tu labio superior es más grande que el inferior y parece que hicieras puchero cuando estás concentrado y pensás que nadie te está mirando, tus brazos y tus manos, del tamaño justo para hacerme sentir chiquita y totalmente protegida, la forma en que te sacabas la remera y te quejabas del calor en verano, y te quedabas dormido a penas tocabas la almohada en mi habitación de la Costa, tus dientes para siempre blancos y lindos, todos juntitos para dar a luz una sonrisa a la perfección. Y no sigo porque me hace mal.
No puedo llorar. No quiero llorar. ¿Viste cuando te ahogas tanto por dentro que sentís que si desistís un segundo, vas a empezar a llorar y no vas a parar nunca más? Te da tanto miedo de no poder volver a respirar. Así me siento. Soy un océano por dentro, me estoy ahogando con cada letra que ingreso en esta entrada; pero siempre hay una esperanza, prevalece y pelea contra todos los monstruos. Tan chiquita ella, hecha de valentía y sangra purpurina de lo bondadosos que son sus sueños. Tan ingenua, se va a morir.
Soy un océano.
Te extraño.
Felices tres años, amor.
Mis pasos en esta calle
Resuenan
En otra calle
Donde
Oigo mis pasos
Pasar en esta calle
Donde
Sólo es real la niebla.
OCTAVIO PAZ x