27.8.14

La Alegoría de la flor

Hola, de nuevo. Sigo mal, obvio. Pero, qué se yo, hay quienes dicen que las cosas mejoran milímetro a día, la vida tiene alma positivista, sino el reloj iría para atrás y no para donde va. Te confieso que tu partida le dio de comer a mi lado más pesimista. Fue lo peor que pudiste haber hecho, porque sabes que yo no soy de caer, mucho más sabiendo que llegué a donde llegué con una super mochila encima. Bueno, igual no quiero hablar directamente de vos. Me quiero olvidar de vos con S y de voz con Z, de tu voz; no me la olvido más. Hoy tengo una historia más que contar, dije que iba a escribir todos los días y ya son casi la una de la madrugada, es que recién a esta hora me empiezo a relajar de haber estado en la facultad un día más. Encima, mañana tengo un día libre y me aterra porque, ¿para qué nos sirve el tiempo a solas a nosotros, los enfermos de amor? Punto y aparte.
Hoy estaba pensando en vos en mi clase de Pensamiento Económico y el profesor, entre las tantas cosas que dice en un segundo, nos recordó la Alegoría de la caverna, muy famosa y qué se yo. Me gustó la palabra, la busqué hace un ratito en el diccionario y creí que era perfecta para el título de esta entrada - igual, los títulos los pongo al final. Porque el final a esto lo pusiste vos. Y nada, me falta contar la otra parte de la historia porque la palabra por sí sola no cuenta nada. Alegoría de qué, a ver, y bueno, si vos lees esto ya vas a saber de qué porque el título es lo primero que ves, obvio.
El jueves pasado, me parece, cuando volvía de Análisis, eran las 10 y media de la mañana y yo estaba cruzando por la galería cerca de mi casa, volviendo a casa, pero sin el sentimiento de tranquilidad porque ese día tenía un día largo, y estaba enojada por algo que habías dicho por texto - como todo, vos decís todo por texto, pero dejemos eso ahí - y estaba nerviosa por todo ese viaje que fue tomar un tren al comienzo del fin; de todas formas, cerca de un cesto de la basura, a punto de cruzar a la vereda de enfrente para doblar y venir, en el piso, encontré una flor. Una flor hermosa, violeta oscuro con el centro bien amarillo, amarillo furioso. Me puso triste verla ahí solita, así que me puse a desandar un poquito del camino y la agarré. Hace poquito la habían arrancado o cortado, tenía el tallo mojado sutilmente como si se hubiera caído de un ramo precioso, seguramente. Me la llevé a casa, busqué una botellita de vidrio lo suficientemente alta (porque es de tallo largo) y la puse en agua. A todo esto, son veinte renglones contando una aburridísima historia sobre cómo una mina de casi veinte años agarró una flor de la vereda sucia, fin. Pero, no, vos sabés algo de mí y quizás ya te hizo click. A mí no me gustan las flores arrancadas / recortadas. No. Lo odio. Creo que el negocio de las florerías es el negocio de la muerte de las flores, así como la industria del papel la de los árboles, pero el de las flores me pone mal porque no tiene ninguna utilidad, totalmente innecesario - sin menospreciar la vida de los árboles, claro. Entonces, si las florerías son pro - muerte de mis amigas, las flores, todo eso de: ¿Está enojada con vos? Regalale flores. ¿San Valentín? Flores y chocolates. ¿Querés conquistarla? Cómprele este ramito, mi señor; todo contribuye a este negocio asesino y turbio. No me regales flores, no quiero, ahí en tus manos no tenés más que la prueba física de que fuiste cómplice de la dolorosa y lenta muerte de esas flores que, además, nosotros humanos e insensibles, las ponemos en agua cosa de que sigan viviendo, sigan sufriendo. Las ponemos en coma. Un desastre. Igual, si te reís de mí, todo bien, quién me conoce ya. No me regales flores, nunca, por favor, te lo voy a decir desde el primer día así no cometes el error. Pero, si aún insistís - porque amo las flores, obvio - regalame una macetita, tierra y una hermosa plantita. ¿No es más lindo ver crecer una hermosa planta de flores y frutas que a que me dure una semana en un florero, en el encierro de mi casa? En mis 15 años, me regalaron un ramo enorme y casi se pone a llorar el chofer que me las traía porque yo le conté todo esto más o menos resumido. Habrá querido matarme. Es más, re sufrí porque mi mamá me obligó a elegir unas flores - preciosas, sí - para los centros de mesa y demás y yo no estaba contenta porque las terminé enterrando en el tacho de la basura una semana después. Uf. Bueno, todo esto para explicar el título de una entrada de un blog pedorro. Como escritora que va al grano me cago de hambre.
Esa flor sigue acá, tiene 6 días ya y empieza a envejecer rápidamente, pobrecita. Yo creo que fue una señal, a eso voy. Yo agarré la flor y le di hogar el mismo día que vos - no literalmente, aunque dolió más - me pegaste una patada afuera de tu vida. Y yo creo que así fue, la flor la habrá puesto, no sé, Dios o algún angelito para que yo la agarre y me esté taladrando la cabeza todos los días, diciéndome: YO TE LO DIJE, YO FUI PRUEBA FÍSICA DE QUE TE IBA A PASAR ALGO MALO, capaz si me dejabas ahí... Todo se empezó a pudrir desde que alargué la muerte de una flor que antes juré no aceptar nunca. Entonces, ahora cuando vea que alguien llore o se sienta mal, voy a hacer así: Ay, no, ¿qué pasó? - acá viene el pequeño monólogo de la x persona que me cuenta - Yo: uy, no, pero pará, ¿vos arrancaste una flor de camino a tal lugar o te regalaron un ramo de flores hace poquito, o algo así? Persona: SÍ. ¿POR QUÉ? - todo mocos y llorando - Yo: Ay, nene/a, yo sabía, ves, esto te pasa por haber prolongado la dolorosa muerte a una flor que, pobre, nunca te hizo nada. Es más, ayuda a que vos sigas viviendo. EL KARMA. Y así, sigue el llanto y yo moviendo la cabecita como madre enojada. Y así.
Decime, ¿vos qué pensas? No. O sea, no me digas nada, si no hablamos, obvio, es una forma de decir / escribir. Te cuento que yo creo que sí fue una señal, no sé, estoy loca, a esta altura. Igual, habría que pensarlo un poquito más porque según vos, y te cito, no sabes desde cuándo no me amas y yo no creo que la flor haya estado ahí un mes, ponele, porque estaba fresca y con olor rico, como si no supiera que la habían cortado, hasta parecía que estaba cantando. Yo digo un mes, seguro ya no me amas hace un año, total, un año, un mes, un día, tus palabras me dolieron como si el tiempo no existiera. Y siguen apretándome. A la noche, siento cómo entran por los agujeritos de la persiana que SIEMPRE quedan abiertos - no hay con qué darle, no importa con cuánta fuerza cierres una persiana, no importa si ya no hay más soga que tirar, siempre queda un agujero abierto así, un chiquito -. Tus palabras son como dos duendes, se ríen mientras corren un poquito el vidrio y me hacen cosquillas en las orejas. Primero, me dicen al oído un montón de cosas lindas y yo sonrío dormida. Después, la otra me grita secamente y yo frunzo el ceño y me doy vuelta para la izquierda, mirando - con los ojos cerrados - la pared. Y así pasa toda la noche, un licuado de sueños que me endulzan, me ilusionan, me rescatan, y pesadillas que me ahogan, me empujan, me tiñen de blanco y negro. Y las flores. Las flores no existen en el País de las Pesadillas.
Y fue una señal. Una señal de lo que no fue, de lo que no es, de lo que no va a ser. Sí, yo creo que fue una señal, definitivamente. Lástima que a la flor se le ocurrió aparecer un poquito too late. Me hubiese avisado hace más de tres años, antes de conocerte, en esa casa ya tan lejana, ay, lejana...
Esta es mi Alegoría de la flor. ¿Cuál es la tuya?